Pensé que eras la pieza perfecta, esa que faltaba en mi rompecabezas. Pensé que el cielo se veía mejor agarrando tu mano, se oscureció. Me dijiste que veríamos las estrellas, las apagaste. Me diste cien besos y ninguno de ellos fue tierno. Eran besos de tabaco y tensión. Me volvías loca. Cada beso dolía, con ese dolor que se vuelve adictivo. Ahora me da miedo mirar al cielo para ver que está vacío, que te llevaste esa pieza y la quemaste. Que las estrellas que una vez miramos juntos no brillan por tu culpa. Y no quiero ser tu musa, no quiero que me dibujes desnuda y con el pelo enredado. No quiero pensar que solo era eso para ti, aunque es lo que me demostraste. Y la mirada que antes me intimidaba ahora me da asco. Repugnancia. La mirada de quien sabe que es el cazador y no la presa. De quien usó sus garras donde más dolía. Y gracias por enseñarme que era mejor estar sola, que la puta era yo por provocarte, que una novia no puede negarse, que el amor mata. Arrasa y vacía el alma.
María José Pino

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