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Miércoles, tres de la mañana.
No puedo dormir.
Mis ojos clavados en gotelé sucio del techo
No puedo dormir.
Mi mirada comienza a bailar entorno a toda la habitación
Inquieta no encuentra nada que la libere
y se posa en la ventana del cuarto.
La ventana revela un paisaje incierto.
Bloques de pisos grises
Escoltando una carretera yerma.
La bóveda celeste es un manto negro.
Hoy no brillan ni luna ni estrellas.
Marinero perdido en el mar.
En la tierra mil luces artificiales
Relucen rutilantes,
se cuelan a través de mi ventana
y apuñalan mis retinas.
Estoy cansado, quiero dormir.
Estoy cansado, quiero huir.
Las luces danzan
Iluminan y revelan que no soy nada
De ellas no puedo apartar mi mirada.
Titilan, se retuercen, se agitan
Se cuelan a través de mi ventana.
Son amarillentas, pero frías
Enfermas.
Macabro espectáculo.
Sus movimientos erráticos van acompasados
Por el murmullo, el
Suave ronroneo del motor de los coches
Es suave, sordo, llega a mis oídos
Apagado, llega a mis oídos
Lo acompaña el chillido de los murciélagos
Sucias alimañas de la noche.
Sus agudos chillidos desgarran mis tímpanos
Tan agudos, tan molestos
¿Dónde se esconderán durante el día?
Ellos tienen miedo a la luz del sol
Ellos eligieron la noche.
Una sirena suena estridente,
Interrumpe mis pensamientos,
Funesto presagio de la desgracia
Rompe la melodía nocturna.
Toda aquella realidad siniestra
Ruido y luz entre lazados,
Enhebrada a través de mi ventana
Se colaba destilada.
Entre sábanas yo me retorcía
Sentía que agonizaba.
Ruido y luz en la ciudad son diferentes
Tengo todavía que acostumbrarme.
¿A dónde habéis ido
Luna y estrellas?
No podía parar de preguntarme.
No había respuesta.
¿A dónde habrían ido?
Me hubiese gustado ir con ellas.
Luces artificiales no consiguen arrancar
De mis ojos destellos.
Luces artificiales
No consiguen iluminar camino
Estaba mi pensamiento confuso.
Miraba el paisaje difuso
Y no sabía en qué pensar.
Debía ser la melancolía,
Tal vez el otoño
Las hojas que caen a plomo
Chocan contra el suelo,
Las gotas de lluvia
Que se precipitan desde el cielo
Para hacerse añicos contra el suelo.
Detestaba ese paisaje,
Me incitaba, no me dejaba dormir
Y lo detestaba.
No porque no fuese hermoso,
Tampoco monótono.
Era una máscara falsa,
Podía verla tratando de ocultarse
Su naturaleza, su naturaleza salvaje.
Antonio Jiménez

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